domingo, 13 de diciembre de 2009

Libertad

Cuando pertenecemos a un grupo de personas que se autotitulan de una manera concreta nos sentimos seguros. Acatamos sus normas y conductas.
Empezamos a comportarnos como autómatas como precio a una forma específica de ser, adquirida bajo la tutela de la dirección dogmática a la que nos sometemos.


Ninguna persona es especial en este sentido y todos, de una manera u otra, buscamos cobijo en ese grupo de seres que están más cerca de nuestro reflejo presente. Así creamos una circunferencia en cuyo centro instalamos la razón y cuyo diámetro establece el umbral de lo permitido.
Necesitamos encadenarnos a algo (o a alguien) porque nos asusta la libertad. Preferimos que nos digan en todo momento cómo hay que pensar y qué hay que sentir.

La mayoría del tiempo vivimos hacia afuera empeñados en decirles a todos "yo soy..." en lugar de decirnos a nosotros mismos "Yo Soy".
Nos enredamos una y otra vez con todo cuanto tocamos y la gran mayoría de las veces nos creamos nuestro propio dolor y malestar como resultado de ese conflicto interno entre lo que dicta nuestro razonamiento adquirido y la necesidad imperiosa del verdadero Yo por dar crédito a esa libertad que expresa cada bombeo, cada pulsación de ese corazón de fuego que se encierra en nuestro pecho.

Decir que somos Artistas de las Artes Marciales es decir que somos Guerreros que viven buscando el equilibrio en el escenario terrestre, representando un papel que no daña ni a nuestro entorno ni a nosotros mismos, porque en lo más esencial de las acciones siempre está presente el corazón.

El verdadero artista, aquel que se trasciende así mismo, no comulga con grupos, etiquetas, dogmas y círculos cerrados aunque pareciera que sí. Su anhelo infinito de libertad lo impulsa a sincerarse consigo mismo, y vive en un paradigma en donde desarrolla su lucha sabiendo que todo se consigue con esfuerzo.

Libertad significa errar sin miedo, soledad profunda compartida y autoexpresión sincera.
Un verdadero Artista Marcial, un Guerrero de Corazón no necesita decir a nadie (ni siquiera a él mismo) lo que es; ese es un sentimiento que nace de su soledad, de su conciencia de trazar un mapa que lo lleve de vuelta al centro de su universo interno y del respeto que siente hacia su idea de libertad.

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